Resolución de conflictos en familia: claves para una convivencia armoniosa

La convivencia familiar y escolar es un pilar fundamental en la educación socioemocional de los niños/as, pero también el escenario donde van a surgir conflictos inevitables. Estas diferencias pueden surgir por distintos motivos: diferencias de opinión, necesidades insatisfechas o problemas de comunicación. Sin embargo, cuando se abordan de manera adecuada, pueden convertirse en valiosas oportunidades de aprendizaje y fortalecimiento de las relaciones.

Para resolver conflictos dentro del hogar, es esencial comprender que el primer paso es la comunicación. Escuchar activamente a cada miembro de la familia, sin interrupciones ni juicios, permite que todos se sientan valorados y comprendidos. Como señala Thomas Gordon en su enfoque de la comunicación efectiva, muchas veces los conflictos escalan porque no distinguimos entre hechos e interpretaciones. Un hecho es una realidad objetiva, mientras que la interpretación es la forma en que cada persona percibe esa realidad. Por ejemplo, un padre puede interpretar que su hijo no quiere ayudar en casa cuando este no hace sus tareas a tiempo, cuando en realidad el niño puede estar distraído o simplemente no ha entendido bien la indicación. Diferenciar estos elementos ayuda a reducir malentendidos y a encontrar soluciones más justas.
En muchas ocasiones, los conflictos surgen porque no sabemos identificar nuestras emociones y necesidades. Un método eficaz para abordarlos es seguir cuatro pasos clave inspirados en la Comunicación No Violenta de Marshall Rosenberg: primero, identificar lo que sentimos en una situación conflictiva (por ejemplo, “Me siento frustrado cuando…”), luego, reconocer la emoción detrás de ese sentimiento (“Esto me pone triste porque…”). A continuación, es necesario expresar la necesidad insatisfecha que ha generado el conflicto (“Necesito que mi espacio sea respetado”), y finalmente, hacer una petición concreta que permita encontrar una solución viable para ambas partes (“Te pido que, cuando necesites algo mío, me lo pidas primero”).

Estos pasos pueden aplicarse a distintos tipos de conflictos dentro del hogar. Por ejemplo, si dos hermanos discuten por un juguete, en lugar de intervenir imponiendo una solución, los padres pueden guiarlos con preguntas como: “¿Cómo se sienten?”, “¿Qué podrían hacer para llegar a un acuerdo?”. De este modo, los niños aprenden a expresar sus emociones y a negociar soluciones sin recurrir a la agresión. Otro caso frecuente es el de los adolescentes que buscan mayor independencia y entran en conflicto con las normas establecidas en casa. Un enfoque adecuado podría ser: “Entiendo que quieras más independencia, pero nuestra preocupación es tu seguridad. ¿Cómo podríamos llegar a un acuerdo que funcione para todos?”. Este tipo de comunicación fomenta el respeto mutuo y refuerza la confianza en la familia.
Según la edad de los niños, podemos trabajar distintas habilidades para fortalecer su capacidad de gestionar conflictos. En los más pequeños, es fundamental desarrollar un vocabulario emocional adecuado, ayudándolos a nombrar y reconocer sus sentimientos. A medida que crecen, pueden empezar a trabajar la empatía y la toma de perspectiva, fomentando el diálogo y el respeto por los sentimientos de los demás. En la adolescencia, es clave promover la autoconciencia y la responsabilidad en la gestión de sus relaciones, enseñándoles a expresar sus necesidades de manera asertiva y a resolver conflictos desde una actitud cooperativa.
Más allá del hogar, la resolución de conflictos entre iguales también es una habilidad clave para los niños y adolescentes. En la escuela y en su círculo social, pueden enfrentarse a desacuerdos con amigos o compañeros. En estos casos, es importante enseñarles a gestionar sus emociones, expresar sus sentimientos sin agresividad y proponer soluciones en las que ambas partes ganen.
Modelar estas actitudes en casa ayuda a que los niños las apliquen en sus relaciones fuera del entorno familiar. En este sentido, Guillermo Cánovas, director de EducaLIKE, ha desarrollado estrategias prácticas para que los adolescentes resuelvan conflictos entre iguales, enfatizando la empatía y la reflexión sobre las propias acciones. Siguiendo sus recomendaciones, los jóvenes pueden abordar los conflictos mediante un proceso estructurado que incluye identificar la situación conflictiva con una descripción objetiva de los hechos y el reconocimiento de emociones, ponerse en el lugar del otro a través de la empatía activa y la reflexión personal, evaluar su propia conducta con autocrítica y responsabilidad personal, comunicarse de manera abierta y respetuosa, generar soluciones conjuntas y comprometerse con su implementación y seguimiento. Estas estrategias promueven la empatía, la responsabilidad y la comunicación efectiva, elementos clave en la resolución de conflictos entre adolescentes.

Para ayudar a los padres en este proceso, existen diversos recursos que pueden ser de gran utilidad. Libros como “Los 7 hábitos de los niños felices” de Sean Covey o “Disciplina Positiva” de Jane Nelsen ofrecen estrategias prácticas para fomentar una educación basada en la comunicación y el respeto. Además, realizar juegos de rol con situaciones conflictivas puede ayudar a los niños a ensayar formas efectivas de resolver problemas en un entorno seguro. Las técnicas de mindfulness también resultan beneficiosas, ya que les permiten calmarse antes de abordar un conflicto y tomar decisiones más reflexivas.

Gestionar los conflictos requiere paciencia y compromiso, pero los beneficios son inmensos. Una convivencia basada en el respeto, la empatía y el diálogo no solo fortalece lazos, sino que también enseña a los niños habilidades fundamentales para su vida futura. Apostar por una resolución de conflictos saludable es apostar por un hogar armonioso y relaciones más sólidas y felices.
En EducoMontessori International School gran parte del equipo, además de por su formación oficial, se ha seguido formando en Resolución de Conflictos, Coordinación de Bienestar de centros escolares, Derechos de la infancia, Disciplina Positiva y Neurociencia Afectiva y práctica profesional, de forma que continuamente velamos por la gestión de conflictos con el uso de estas estrategias.
